martes, 19 de enero de 2010

Conducción solidaria


Cuando voy en el coche, entre el caótico tráfico y los atascos que se producen en la ciudad donde vivo, pienso que para conducir también hay que ser solidario. Lo digo por todas esas personas que hacen de su forma de conducir un acto más de sus comportamientos egoístas. Conducen como si fueran el centro del universo. Conducen como si no existieran más conductores. Por ejemplo, esos que van toman una curva y van a 10 por hora y encima frenan. Esos que en un semáforo que dura muy poco salen muy despacio y solo pasan ellos, esos que van a 70 por el carril central en las vías rápidas, esos que deben ser los únicos que tienen prisa que en un gran atasco, que no esperan su turno y nos pasan a todos por el arcen. En fín... he de reconocer que me ponen de los nervios.


Después existe otra tipología de conductor: el que padece lo que yo llamo el síndrome del coche grande. Ese que pasea su enorme ego en un coche alto y grande y se cree el rey del mundo, ocupando su carril y parte del tuyo. Ese que conduce intimidando al resto. Deben tener en el fondo un yo muy pequeño e inseguro cuando necesitan de la carrocería de su coche para mostrarse a los demás.


No me hagáis mucho caso... es que me paso mucho tiempo en el coche y me da tiempo para pensar.

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