jueves, 4 de marzo de 2010


Me siento como si un cataclismo hubiera pasado por mi alma. Es como si estuviera rota en pedacitos. Sé que tengo que volver a recomponer las partes de mi todo, pero siento que la vida no volverá a ser igual. Temo que, no solo no vuelva ser igual, sino que incluso puedan pasarnos más cosas. Las penas nunca vienen solas. Siento nuestra familia rota, desangrada… deshecha. Es como si la vida hubiera arrancado nuestro pasado. El tiempo que vivimos juntas… la memoria y los recuerdos me ahogan. Me acuerdo de cuando íbamos juntas al colegio, yo pequeña, tú cuidando de mí. Hacía viento. En un descuido, se volaron las notas del cole, que debidamente firmadas por papá, debía entregar a la señorita. Te recuerdo corriendo en la avenida de Menéndez Pelayo, entre los coches, mientras las notas eran llevadas sin resistencia por el viento. ¡Qué temeridad!, ¡cómo arriesgaste para agarrar mis notas!.

Me duele especialmente el recuerdo de estos últimos tres meses. Es la primera enfermedad y muerte significativa en mi vida. Murieron nuestros abuelos, pero no es lo mismo. He experimentado por primera vez que morir no es una tarea fácil, ni un momento breve. Morir cuesta mucho trabajo y esfuerzo. Como tú nos decías, lo malo no es morirse, sino lo que hay que pasar antes para hacerlo. Y se cumplió tu pronóstico. ¡Cómo te aferraste a la vida!, ¡cómo robaste a la muerte ese último aliento, esa última bocanada de aire, ese póstuma respiración!. Tu muerte fue espejo de tu vida: una lucha y una tenacidad continua.

No hay comentarios: