martes, 15 de junio de 2010

Continua el relato: "Convertir el sufrimiento en posibilidad"


Al día siguiente seguías viva, y al siguiente… medio en coma seguías luchando por la vida y seguías regalándonos momentos de presencia. Me duele mucho recordar con qué ansias pedías y bebías agua, cómo te comías los fash, qué ansía… qué sed debías tener para comerte algo tan dulce que nunca te gustó.

Mi obsesión era que murieras arropada, acompañada, acogida, sostenida y acariciada. Por eso, las últimas noches, no me acosté, me quedé en el sillón, con la cabeza sobre tu cama y cogiéndote la mano. Si pasaba cuando dormía, al menos te irías cogida de mi mano. Estaba segura de que te acercarías a la muerte tranquila con mi mano… y al otro lado del puente… te soltarías de mi mano y te darían la mano otras personas de la otra orilla, por ejemplo, la abuela que no conocimos, que también murió joven y que te dio el nombre que llevas.

Me sorprendió mucho el llanto de Lino. Estaba conmocionado. Lo que vivimos con él, para él fue un signo en su vida. Me contó lo que le dijo papá llorando. Ostras, sus palabras de hombre sencillo y humilde eran las de un santo o un gran hombre. Resulta que llevo 41 años viviendo y descubro en estos momentos de dolor que tengo una familia muy grande, fantástica, única, singular… Resulta que es verdad eso de que en la sencillez está la santidad.

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